lunes, 5 de diciembre de 2011

ESCULTURA

Los mayas fueron notables escultores. Con materiales como la piedra y el estuco, este arte tomó tres formas: la primera, los trabajos de relieve, bajorrelieve, e incluso tridimensionales, que formaron parte de la ornamentación arquitectónica. Un ejemplo son los mascarones de muchos de los edificios mayas construidos desde el Preclásico Tardío hasta la Colonia, durante el siglo XVI; en su mayor parte, estas obras representan deidades astrales relacionadas con la salida y la puesta de sol, o imágenes idealizadas de los gobernantes y sus linajes.
En este mismo grupo pueden incluirse las esculturas de estuco o piedra adosadas a fachadas y pilares o empleadas como columnas, así como los complejos diseños de los dinteles esculpidos en madera propios del periodo Clásico, los cuales honran también a los mandatarios mayas.

Aparte se consideran las estelas, los altares y las lápidas. Comúnmente, estas obras fueron labradas en monolitos individuales asociados a diversas edificaciones y constituyeron, en su momento, auténticos documentos en piedra, los cuales narraban la historia de los personajes representados en ellos. Así, la escultura de los mayas estuvo, como se ve, íntimamente ligada a la escritura.
Finalmente, la escultura de bulto, sin relación directa con la arquitectura, fue realizada sobre todo en estuco y cerámica. Destacan, en este grupo, los grandes incensarios y urnas y, por su alta calidad artística, las figurillas funerarias de Jaina, que representaban a hombres de diferente posición social.
Es evidente que la figura humana fue, con mucho, el tema central de la escultura maya. No obstante, abundaban también las representaciones de deidades antropomorfizadas, así como las de animales, plantas y seres sobrenaturales altamente significativos para la civilización maya, como las serpientes emplumadas, los monstruos terrestres y las aves fantásticas.


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